Este molino, un molino rompedor, donde se trituraba el fruto del olivo con la técnica de fricción, empleaba uno de los sistemas más primitivos, observándose sus primeros ejemplos en el neolítico. Su funcionamiento consistía en machacar la aceituna por el peso de las piedras, rompiendo el mesocarpio de la aceituna, verdadera barrera del aceite. Con este sistema de piedras troncocónicas, o “muelas”, de tipo caliza, mediante un movimiento de rotación y traslación sobre una solera, se conseguía una pasta de aceituna a la que se le vertía agua caliente, para convertirla en una pasta líquida, que finalmente sería transformada en aceite.

En el centro de la solera se puede observar una oquedad donde se insertaba el eje vertical, elaborado en hierro, que termina encajado en una viga gruesa empotrada en los muros de carga de la almazara. Resulta curioso que siendo la actividad de almazara algo tan común y habitual en la economía agraria mediterránea, estas muelas no se popularizaron hasta el siglo XIX. Aunque su tracción inicial se efectuó mediante fuerza animal, sería en ese mismo siglo cuando aparecerían los primeros molinos conectados a motores mediante poleas y engranajes, como es el caso.