En su fase final, el aceite, mediante los dos agujeros de la vagoneta, uno a cada lado, caía a los “pozuelos” o depósitos, que tenían una base cónica y se encontraban empotrados en la tierra, con una pendiente en el fondo para favorecer el vaciado del orujo y el alpechín. De aquí pasaba a los “aclaradores”, compartimentos en el suelo llenos de agua caliente para que el alpechín se vaya depositando en el fondo. En estos pozos de decantación o pozuelos, el aceite de oliva será decantado dejándolo libre de los alpechines e impurezas. La bomba para trasegar los aceites e impulsar el agua caliente, es accionada por una de las poleas.

El aceite, por su menor densidad, se iba a la parte superior que tenía una salida hacia los depósitos, donde vasijas metálicas surtían grandes tinajas destinadas al depósito de aceite para el almacenamiento, envase y posterior venta.

El aceite se solía producir atendiendo a dos tipos de consumo; el primero, el autoconsumo, o “maquila”; servicio mediante el cual el oleicultor tiene la posibilidad de obtener y consumir el aceite de oliva que hubiesen producido ellos mismos mediante un proceso que duraba un día aproximadamente y proporcionaba un aceite directamente envasado en garrafas de 25 litros, para el autoconsumo, o la venta al por menor. En este caso el oleicultor tiene que reposar el aceite antes de venderlo o consumirlo.

El otro tipo de producción era; “la aceituna al cambio”, que combinaba las aceitunas de varios clientes para crear aceite elaborado en días sucesivos. Tras reposar, era embotellado y repartido proporcionalmente, según los kilos de aceituna que se entregan, le corresponde unos litros de aceite determinados.

En ambos casos, sea mediante maquila o al cambio, el productor pagaba el trabajo a la almazara normalmente con aceituna, aunque también se podía pagar con dinero.